sábado, 10 de septiembre de 2011

LA DANTA QUE HIZO DUGU


Después de catorce años de estudio e investigación, el narrador, ensayista y crítico literario Mario Gallardo (La Lima, 1962) ha publicado La danta que hizo dugú, un libro de relatos de la cultura oral de la comunidad garífuna de Masca, Cortés.

Obviamente, uno de los objetivos primordiales del libro es conservar y divulgar la memoria oral y colectiva de la etnia garífuna. Mama Chenta y Caya, madre e hija hablantes oriundas de dicha comunidad, nos revelan parte del imaginario de los garínagu, poblado de seres y creencias, que tienen como cuna el Africa ancestral o la isla caribeña de San Vicente o nuestro terruño nacional.

Además de la sabiduría y el desparpajo, los diversos relatos que componen el libro nos reflejan la visión y la experiencia de lo sagrado y lo prohibido de la mentalidad mítica, mágica y religiosa de los garínagu.

El ensayo preliminar de Mario Gallardo es el fruto de la pericia del investigador del dato riguroso y la ardua vigilia, que se han confabulado para hacer posible la edición de un libro vinculado con las raíces primigenias de nuestra identidad nacional: multiétnica, multilingüe y pluricultural.

miércoles, 2 de febrero de 2011

De herejías ficticias y simulacros literarios


jueves 18 de junio de 2009

Por Jorge Martinez


En aquel tiempo yo tenía veinte años y estaba loco.
Roberto Bolaño

Introducción


No era demasiado segura la calidad de placer que nos otorgaría Ficción hereje para lectores castos, a no ser por la enorme expectativa que nos despertara su prologuista, el crítico literario Hernán Antonio Bermúdez en el texto Herejías y otras hierbas. Aunque Giovanni Rodríguez es una de las promesas literarias más importantes del país, todavía se conserva en la promesa de ofrecernos mayores vuelos en su trabajo literario. Al terminar la lectura de Ficción hereje para lectores castos, lo primero que sentimos es la falta de conectividad con el concepto mismo de herejía, cuáles son los límites de la moral cristiana que han sido trasvasados en la trama, en la actitud de los personajes, en la estructura misma de la novela. Cada uno de los 4 anémicos protagonistas nos relatan un testimonio trivial que casi se pierde definitivamente de no ser por los personajes hembras que le dan cierto lustre a pesar de la intención misógina en la que desaparecen desdibujadas. Aunque la estructura de la novela no es torpe y logra mantener algún suspenso por la insistente promesa de contar algo que valga la pena, lo cierto es que este algo no es más que un fracaso que definitivamente decepciona. El autor no logró encontrar la pulsión interna de los personajes, alguna justificación para la rabia de un acto delictivo dirigido a la institucionalidad de una iglesia que tampoco llega a ser delineada como personaje que justifique la acción central de la obra. No obstante, Ficción hereje para lectores castos plantea una situación contextual sobre la que vale la pena detenerse a reflexionar, a parte de lo que Bermúdez llama “El eje de la narrativa hondureña parece haberse desplazado a la costa norte”, y que lo constituye el hecho del desdibujamiento, el carácter desteñido y falso de personajes, instituciones y, en general, el ambiente social de la historia. No se trata de una preocupación sociológica o antropológica, sino de una carencia de vitalidad y sentido que puede constituir un verdadero hallazgo en relación a lo que el mismo Hernán Antonio Bermúdez revelara referente a Las Virtudes de Onán, de Mario Gallardo, es decir, a la ciudad como personaje al que Ficción hereje para lectores castos retrata de manera dispersa. Esta dispersión, esta fragmentación que también puede encontrarse en cada uno de los relatos referentes a los cuatro personajes “herejes”, constituye la clave por la que el “editor” autor de la novela se esfuerza por concentrar en un todo con sentido o dirección. El sentido de este todo disperso viene a ser el acto “hereje” que nunca se concretiza, por lo que, finalmente, cada una de las partes de la novela, los rasgos imprecisos de los personajes y su inútil huida, remiten, indefectiblemente, a la dispersión, a la nada. De esta nada dispersa, se rescata y rescata a la novela el Flash back (Post scriptum), donde un autor maduro reflexiona sobre algo impreciso que ¡Inexplicablemente, huele a mierda!
(TOMADO DEL BLOG METAFORA)

viernes, 28 de enero de 2011

Nociones para sobrevivir



Por G.Rodríguez

Hace un par de años escribí un texto corto para prologar un libro. Se trataba (el libro) de Nociones para habitar un país difícil, de Julio Cesar Antúnez (La Lima 1982), que apareció, creo, en agosto de 2008. Como no he vuelto a H desde principios de ese año, no he estado muy al corriente de las noticias de este buen poeta y lector limeño, pero hoy, por casualidad, dí, en mi cuenta de correo electrónico, con el texto que escribí para su libro, y decidí ponerlo aquí, más unos cuantos poemas:

A menudo los textos que pretenden hablar sobre la poesía de alguien son más crípticos que la poesía misma. Siempre me ha parecido que sobre poesía no hay que intentar hablar demasiado pues existe el riesgo de decir sólo estupideces. La poesía misma que lo diga todo.

Nociones para habitar un país difícil es el título que Julio César Antúnez escogió para su primer libro de poemas. Y no fue en vano que así lo decidiera: es el nuestro un país difícil, no sólo para quien pretende llevar una vida normal entre familia, trabajo, amigos y noticias diarias, sino para quien, quizá cargado de excesivo valor, se dedica al oficio de escribir. El nuestro es un país profundo y ningún poeta sale ileso del fondo de esta certeza.

Hay en la poesía de Julio César Antúnez una voluntad temática y estética que nace de esta certeza y también de la imposibilidad de aferrarse absolutamente a ninguna causa. Aquí están los ecos de la memoria, el color de la sangre, los viejos latidos del amor, la pulsión existencial, el rastro de las lecturas, pero nada de eso determina el impulso definitivo de su voz, que apunta más bien a esa poética del desencanto tan característica de las nuevas generaciones. Porque después de la muerte de Dios, de las guerras de aquí y de allá, después del "amor y paz", de la música de los setentas y ochentas, de la fundación del terrorismo casi como política de Estado, ¿qué otra cosa podría ser más auténtica para un poeta que la pérdida de la esperanza? Nuevamente la poesía surge no como posibilidad de salvar algo, como arma de redención, sino como testimonio de la individualidad del poeta y de su compromiso con esa individualidad.

Antúnez sabe que "las palabras que no dijimos/ crecen en el vientre de las piedras", y que por eso es urgente decirlas ahora; sabe que "de vez en cuando/ uno sufre o muere/ por llevar una piedra debajo de la lengua", que el silencio no es buena opción en los países difíciles; y quizá sea esa la razón por la que escribe.

"Con las palabras vueltas un filo", Antúnez asume en este libro su condición de ser en el mundo, su condición de poeta, testigo único de su propia circunstancia. Otros libros vendrán con los años, y con ellos nuevas certezas, nuevos compromisos, nuevos encuentros y desencuentros consigo mismo. Por ahora, estas Nociones representan su primera mirada concluyente a un país difícil y a un mundo difícil.

Jaculatoria por Ernest Heminway

Uno no puede merecer una muerte tan así,
muerte accidental,
muerte color cañón
muerte blanca,
teñida de rojo.
Pulir un verso y reventarse la cabeza,
cortarse la muñecas
y preservarlas en alcohol.
Ofender al que ofende
y quedarse de pie sin saber la palabra fuga
para verle los ojos al miedo
y decir este cuerpo es mío.
También las palabras,
las que se sufren,
las tímidas,
las que se dicen sólo en días de lluvia,
las que son capaces de fusionar el día y la noche
para inventar un tiempo diferente.
O amenazarse de muerte uno mismo
para evitar la tentación de escalarle siete muros
a la vida que hoy amaneció.

La sed

De vez en cuando
uno sufre o muere
por llevar una piedra debajo de la lengua.

Nociones para habitar un país difícil

Aquí los lobos se hastiaron
de las niñas prematuras.
Tendrás que arrastrarte entre ciegos con navajas,
no desparramar ni una gota de ruido
para preservarte ileso.
Pedirás el vino sellado
por aquello de vino nuevo en odres viejos
y viceversa.
Comprarás un cuchillito
por si toca cortar una cadena,
gafas negras para no volverte estatua de sal.
Esperarás a que el reloj se haga pedazos
en el dorso del día
y verás cómo nos gusta desentrañar perros
y secarlos al sol
o atormentar a las muchachas con las viboritas
que guardamos en el centro de los ojos.
Más tarde
cuando el crepúsculo hiere la piel
verás que los últimos pájaros se apagan
en ese abrevadero de pesares que llaman parque
y a contraluz se viene ese follaje de neón
con sus mil malditas obscenidades negadoras de poesía.
Te guardarás de palabras un tanto peligrosas
como libro, idea, libertad, porqué;
acuérdate de los poetas inmolados.
Evitarás las esquinas
porque ahí los profetas sin horario
fundaron el recuento de las manos extendidas
y del amor que sucumbió
por no seguir las reglas del manual.
Sabrás que la muerte ronda,
se traga las lámparas públicas
para alimentarse de sombra-sangre.
Olvidarás desde ya el trago amargo
para sanar la estocada de amor;
aquí todo es a cierta altura sobre el nivel del mar,
todo va de mal en silencio;
tendrás que comprarte una conciencia.

Publicado por G.Rodríguez en 04:33

DArita: "En H se escriben libros tan malos que hasta divierten"


Después de leer Final de invierno, el primer libro de cuentos de Dennis Arita, y de escribir una reseña (que no "análisis", señores ignorantes, con todo el significado que esa palabreja contenga), decidí enviarle vía e-mail unas preguntas al autor. Un par de días más tarde, vuelve el e-mail con mis preguntas y sus respuestas, que creí prudente dividir en dos partes. En la primera, que viene a continuación, se habla casi exclusivamente de H y su literatura, y finalmente, de aquel grupo de amigos llamado Arlequín, al que perteneció Arita. Leamos entonces:

¿Cuál es el estado actual de la narrativa hondureña? ¿Qué signos y síntomas podés observar?


Para comenzar voy a decir algo que puede parecer brusco. No soy experto en literatura y apenas he publicado un pequeño libro de cuentos que sólo se vendió en dos universidades y en una librería sampedrana. Es posible que algunos ejemplares sigan ahí. Si me limito a los últimos cinco años, me ha alegrado que se publicaran algunas buenas narraciones de autores de la zona norte. Por desgracia soy algo haragán y no he investigado a fondo qué textos narrativos interesantes han salido en otras regiones del país.
Algunas narraciones les hacen la contra a esas dignas publicaciones. Las raras veces que voy a las librerías, porque casi nunca me ajusta para comprar libros nuevos y prefiero los usados que hallo por puritita suerte cuando hurgo en los estantes de los librovejeros, me he encontrado con ciertas sorpresas: novelas y cuentos recientes de hondureños que se atreven a agarrarse a macanazos con géneros inesperados como la ciencia ficción, el melodrama más barato y cursi, las investigaciones policiales... para todos da el Señor. Los vicios, o a saber si las virtudes, de esos libros son su redacción atolondrada, sus lagunas de lógica que los hacen parecerse a los balbuceos de un recién nacido, sus argumentos que buscan abarcar el universo y se quedan en relajos en todos los niveles: oraciones, párrafos, capítulos... libros enteros, incluyendo solapa, portada y contraportada, sin olvidar la foto del autor. Si esas novelas las leyera un público mayoritario podrían aumentar exponencialmente el número de los locos.
Los gringos dicen "so bad it's good" para hablar de productos muy tontos que no logran ser repugnantes porque su increíble torpeza los vuelve divertidos. Esos libros de los que hablé ahí arriba pertenecen a ese sector especial del mundo de la creación.
Desde mi punto de vista, que al rato no es del todo creíble, en Honduras se escriben algunos libros muy buenos que merecen ponerse en estantes destacados de librerías extranjeras y otros tan malos que hasta divierten. En casos muy raros me he topado con textos narrativos hondureños pésimos que no son para nada entretenidos y más bien me han causado un temor profundo... como de cosa preternatural. Esas veces puedo decir que he visto el abismo abrirse bajo mis pies.

¿Creés que es cierto eso de que Honduras es un país de novela sin novelistas?


No entiendo del todo la frase "Honduras es un país de novela sin novelistas", pero supongo que se refiere a que en Honduras abundan los temas para escribir novelas, pero los novelistas hondureños no han aprovechado esa riqueza para escribir muchas narraciones. Me parece que la frase encierra un significado más profundo y agrio: en Honduras abundan los hechos peculiares, digamos que hasta inverosímiles, o sea la clase de sucesos que son materia prima de la novelística, y que esa asombrosa materia en bruto no les ha llamado la atención a multitudes de novelistas.
También supongo que la frase da por sentado que esos textos deberían ser buenos. Si es así, supongo que la frase es verdadera porque el país ha tenido pocos novelistas e incluso menos que exploren a fondo una realidad increíblemente variada y rica en toda clase de sucesos que llenarían bibliotecas completas.
Creo que la verdad es más trivial. Falta formación y disciplina. En Honduras la educación es defectuosa y más la formación humanística. La gente lee poco por esa razón y un poco menos porque los libros son caros o porque no están disponibles en todas partes, y ya se sabe que leer muchas veces origina el deseo de redactar textos. Además, muchos de los escasos individuos que se dedican a escribir novelas son indisciplinados aunque les sobre imaginación.
Al fin y al cabo escribir novelas y leerlas no es tan vital… es una forma de pasarla bien. Son hasta cierto punto instructivas porque nos ayudan a conocer aspectos de la realidad que de otro modo no conoceríamos. Pero si nadie escribiera novelas ya hubiéramos inventado otra forma de entretenernos.

Si pudieras enumerar algunos, ¿cuáles serían los grandes temas de la narrativa hondureña en toda su historia?


Mejor aclarar primero que siempre he sido un lector desordenado y eso no sólo me ha impedido conocer completamente la literatura hondureña, sino la literatura de cualquier otro país. No tengo un programa de lecturas que siga al pie de la letra, como aquel personaje de La náusea, de Sartre, que planeaba leer a todos los autores posibles en orden alfabético. Se me hace que mis lecturas de narrativa hondureña han sido, digamos, pocas y sobre todo me he dejado llevar por el azar. Después de aclarar eso, podría decir que en los libros de narrativa hondureña que he podido leer, dos temas muy importantes son la vida rural y los conflictos sociales en las ciudades.

¿Creés que ya dejamos atrás el costumbrismo y la tendencia al llamado “realismo mágico” los narradores hondureños?


No encuentro nada perjudicial en el costumbrismo, que tiene pinta de ser una categoría inventada para que los redactores y lectores de historias de la literatura se sientan cómodos. Si un autor es talentoso y disciplinado puede crear ahorita mismo excelentes novelas costumbristas, escritas con fluidez, agradables de leer, amenas y quién sabe, hasta poderosas. El realismo mágico es otro cuento. No se mantiene vigente como creo que sí se mantiene el costumbrismo y más parece una moda que si es mal adoptada puede dar textos narrativos flojos.
Respecto a lo que me preguntás, creo que el realismo mágico influyó en varios autores hondureños y que ya desde hace un tiempo ha sido a medias abandonado en favor de otras búsquedas literarias. El problema es que algunas de las nuevas búsquedas con el tiempo podrían ser también modas pasajeras y a veces dañinas.

¿Surgen, o han surgido en su momento en Honduras, obras de narrativa verdaderamente innovadoras que puedan, o pudieron, ponerse a la altura de la mejor narrativa publicada en el resto del mundo?


Pues tendría que averiguar qué significa "mejor narrativa" o qué narraciones pueden considerarse las mejores. Puede que salga más fácil hacer una pequeña lista de los mejores libros de narrativa mundial y ver si los textos narrativos hondureños pueden compararse con ellos. Falta saber con qué criterios haría esa lista. Lo mejor que podemos hacer es ponernos a leer y observar y luego escribir un buen libro. El tiempo y la publicidad efectiva pueden convertirlo en un texto conocido incluso más allá de nuestras fronteras.

¿Cómo creés que observan, aunque sea de lejos, la narrativa hondureña los lectores norteamericanos o europeos? ¿Creés que nos siguen viendo como eternos habitantes de la periferia de Macondo o de Comala?


Sería muy atrevido si dijera algo respecto a la opinión que los europeos y gringos tienen de nuestra narrativa. Ya ha sido bastante temerario haber respondido a las preguntas anteriores, considerando que sólo he publicado un libro de cuentos que casi nadie conoce. La verdad es que no tengo la menor idea de lo que piensan de nuestra narrativa los lectores europeos o estadounidenses.

¿Qué queda de Arlequín, aquel mítico grupo de amigos, excelentes lectores y críticos mordaces?


Me queda un buen amigo, Marco A. Madrid.
Estoy seguro de que no existió como grupo con un nombre determinado y estoy más seguro de que no es mítico. El nombre que le han dado, con cierto aire burlón en algunos casos, salió de un boletín y de una sección cultural que publicaban algunos de esos amigos en un diario de San Pedro. En todo caso éramos unos cuantos camaradas que de 1990 a 1997 ó 98 nos reuníamos para charlar sobre cualquier tema mientras tomábamos café y a veces -muchas, me temo- no hablábamos de nada realmente importante o, en mi caso, decíamos muy poco. Nos prestábamos libros, veíamos películas, las comentábamos, algunos trabajaban, otros (yo) no. Era una camaradería como cualquier otra que había comenzado con un gusto afín por la literatura. En el año 2000 me fui a Tegucigalpa, donde viví cinco años, y perdí contacto con la mayoría de ellos hasta que regresé a San Pedro en 2005. Desde ese año acostumbro reunirme con Madrid a conversar y hablar de esto y de lo otro.
Publicado por G.Rodríguez en 02:29 http://www.wikio.es

"No hay actividad más ilustrativa que andar de vago"

Segunda parte de la entrevista a Dennis Arita, autor del libro de cuentos Final de invierno, en la que entramos de lleno en su obra, en los mecanismos de su escritura y en sus actuales proyectos literarios:

Ha transcurrido mucho tiempo, desde que empezaste a mostrarte como narrador, hasta ver publicado Final de invierno, tu primer libro de cuentos. Aparte de las normales dificultades para publicar en Honduras, ¿existía alguna otra razón para retrasar la aparición de ese libro?


Sencillamente no me interesaba publicar un libro. Sé que publicar requiere invertir dinero y no lo tenía. También sé que endeudarme por una publicación me exigiría vender la edición para pagar mis deudas y eso me desagradaba. Así que sólo escribía y guardaba mis cuentos.

Final de invierno es un libro en el que, como dice Helen Umaña en la contraportada de la primera edición de 2008, "cada relato se dispara en múltiples preguntas". ¿Cuáles son las preguntas que más te interesa hacerle al lector?


Cuando escribí esos y otros cuentos no pensé nunca en el lector. Da algo de vergüenza confesarlo, pero ni modo. Generalmente se me venían una o dos, con suerte tres imágenes a la cabeza e intuía que estaban unidas por un nexo. Luego esperaba el momento en que el nexo se hacía más aparente y llegaba el momento de hacer que esas imágenes encajaran por medio del lenguaje. El lector, por desgracia, no entraba en mis cálculos. También podría decirse que soy mi único lector. ¿Por qué no? Al principio fue así porque nadie más que yo leía mis cuentos. Luego, cuando se los mostré a mis amigos, de alguna manera seguí siendo mi único lector porque de hecho no sabía qué reacciones esperaba de ellos al leer lo que yo escribía. Vi en mis amigos mi propio reflejo y me di cuenta de que ni siquiera yo sabía bien qué reacciones esperaba que me causaran... Sólo sabía que había unas imágenes -un monstruo en medio de un patio desolado, una mujer vestida de blanco en una habitación a oscuras- y que debía buscar palabras adecuadas para unirlas. Eso era todo. No tenía intenciones pedagógicas ni metafísicas ni filosóficas. Lo único que me quedaba era crear el mejor lenguaje del que pudiera echar mano para que esas imágenes no quedaran rodando por ahí porque eso me habría hecho sentir mal. Al final, supongo que el lenguaje es lo que me llama la atención. Si soy un reflejo de mis hipóteticos lectores, puedo decir que más que hacer preguntas hago lenguaje.

En tus cuentos ocurren siempre situaciones extrañas y ambiguas, que pocas veces tienen explicación o encuentran resolución. ¿Es ésta tu intención al escribir o a medida que escribís va manifestándose la voluntad del texto?


Me dejo dominar por las imágenes y el lenguaje y de ahí va saliendo todo... Creo que es una combinación de ambas cosas: voluntad de unir las imágenes y sometimiento a esas imágenes. La realidad cotidiana es tan ambigua, extraña e inexplicable como cualquier cuento. A veces más. Sólo hay que ver una hora de noticieros. Muchas cosas quedan sin resolver en la realidad de todos los días, en la que camino, como y trabajo. Me atrevería a decir que en ella no se resuelve nada, que cada cosa que hacemos está como preñada de incertidumbre. Desde ese punto de vista, un cuento que parezca cerrado y resuelto puede ser considerado una estafa o una muestra de voluntad creativa que escapa a la tiranía de lo cotidiano. Sería una estafa porque nos mostraría una realidad en la que A lleva a B, aunque en la realidad es usual que A lleve a C o a F, o a ninguna parte. O sería una imposición del autor, libre de toda atadura "real", precisamente porque se niega a dejar las cosas sin resolver y en cambio presenta situaciones que llevan a desenlaces deseables o lógicos. Un poco en broma, diría que esos cuentos que publiqué son rigurosamente realistas porque en ellos nada queda resuelto.

La eterna pregunta: ¿La trama o el estilo? ¿Lo que se cuenta o la manera en que se cuenta?


Imagino que al escribir "estilo" te referís a la sintaxis, a la extensión y la "música" de las frases, a los párrafos, al léxico. Nunca he pensado en una trama y en cambio sí he pensado en el lenguaje, como te dije antes. Si se me permite decir que el lenguaje se relaciona más con el estilo que con la historia que se cuenta, entonces es posible que al escribir esos cuentos me llamaba más la atención el estilo que la trama. Pero me gustaría escribir narraciones con tramas que "atraparan" a un lector. Hablo así porque en realidad me agradan mucho esa clase de libros de tramas bien trabadas; por ejemplo, algunas novelas policiales. Recuerdo una novela que no es policial, Middlemarch, de George Eliot. Es una extensa novela costumbrista, con varias tramas que se entrelazan y que me causaron enorme placer. Así que como lector me gusta eso y quisiera imitarlo algún día.

¿Cuál ha sido tu manera de buscar un estilo propio? ¿Lo has encontrado?


No he buscado un estilo, pero sí he buscado escribir lo mejor que he podido. No sé si he tenido suerte…

¿Qué importancia tiene la palabra “Honduras” en tu obra? ¿Te importa mucho que nuestro país figure como escenario en ella?


Aunque esa palabra no apareciera nunca en un relato mío, tiene mucha importancia porque acá vivo, ¿no? Escribo bajo el calor de San Pedro, en una colonia en la que asesinan a alguien distinto casi cada semana. ¿Cómo podría escapar de eso? Si escribiera un cuento sobre dos astronautas chinos que viajan a Júpiter, lo escribiría en este calor apremiante, luego de haber comido frijoles con arroz y tortillas, mientras de fondo se oyen los noticieros hablando sobre una amenaza de hambruna en algún pueblo de Choluteca o Valle. Más tarde iría a dar un paseo por el mercado El Rápido, siempre bajo el sol quemante… y sentiría el olor de verduras fermentadas y de sudores. Si ando suficiente dinero, podría entrar en un café del centro y miraría por las ventanas a los vendedores de chica y a los cambistas, a los travestis y las putas jóvenes. Si voy a otro café lejos del centro, oiría a los viejos que critican las movidas del gobierno nacionalista, la situación de los colegios magisteriales y lo del aumento al mínimo. Todo eso, que es Honduras, estaría de fondo y hasta de escenario tácito en el relato sobre dos chinos que viajan a Júpiter.

¿Cuáles serán las principales diferencias de tu próximo libro de cuentos con respecto al primero?


Tengo varios cuentos por ahí y todos son tan ambiguos como los del libro que publiqué. En eso se parecen bastante. La diferencia estaría en cómo los ordenaría y les daría una especie de continuidad como conjunto. En Final de invierno lo que hice fue juntar varios relatos en los que apareciera el agua, más que todo en forma de lluvia. Salvo en el cuento titulado “Monstruo”, donde lo que hay es frío y no lluvia y por eso lo puse en medio del libro. Empleé otras maneras de lograr la continuidad de un cuento a otro, pero no vale la pena mencionarlas. Si publico otro libro de cuentos, los nexos entre las historias serían distintos, ya no sería el agua… creo que ésa es la diferencia primordial.

Te hemos oído hablar de una novela que estás escribiendo. ¿Cómo va ese proyecto?


Es cierto. Estoy escribiendo un texto extenso que tiene la apariencia de una novela. Es un relato que superficialmente cuenta una historia de policías, putas y ladrones, pero en el fondo es sobre vigilancia y más en el fondo es sobre voyeurismo, sobre verse unos a otros por miedo, por prevención, por deseo, etc. Como sé que soy haragán, me decidí a escribir todos los días una cuota. No diré que respeto ese método, pero lo he intentado y llevo más de mil páginas manuscritas. Creo que será una novela de unas 400 ó 450 páginas. Algo así.

¿Por qué la decisión de pasar, al menos por el momento, del cuento a la novela?


Sólo quería probar si puedo escribir una novela… y la mera verdad es que todavía no estoy seguro de que puedo hacerlo, pero en eso estoy.

¿Qué sensaciones te produce el hecho de estar escribiendo una novela? Me refiero a sensaciones que quizá no tenías cuando escribías sólo cuentos.


Siento más libertad. Un cuento es más difícil porque exige ser conciso. En una novela puedo explorar más a fondo. En el cuento se me ocurría algo que parecía interesante pero me decía “mejor no, si pongo esto se alargaría mucho, nunca lo terminaría”. En una novela no es así. También he tenido que ser algo disciplinado. No mucho. Es malo excederse en todo.

¿La escritura de esta novela, que por lo que hemos oído será algo extensa, ha alterado de alguna manera el ritmo de tu vida?


No tanto. Sencillamente las dos horas que antes dedicaba a vagabundear ahora las paso escribiendo un poco para ir avanzando. De alguna manera es ganancia porque aprendo a ser responsable a una edad avanzada, pero por otro lado es dañino porque no hay actividad más ilustrativa que andar de vago.

¿Se llevan bien tu trabajo como corrector de textos en un diario y tu voluntad de escribir ficciones? ¿Llega a afectar lo primero a lo segundo?


Hago ese trabajo mecánicamente para que no me moleste demasiado. Sí me daña los ojos, que se enrojecen más que antes. Leer libros se ha vuelto más difícil porque paso leyendo noticias seis horas seguidas, pero lo compenso viendo muchas películas. Ayer mismo vi La casa de las ventanas que ríen, muy buen filme de terror del director italiano Pupi Avati.

¿Habrá siempre motivos para seguir escribiendo o esa voluntad depende de las circunstancias?


Espero que siempre haya motivos porque escribir es algunas veces entretenido.
Publicado por G.Rodríguez en 04:24

LA SECRETA VOZ DE LAS AGUAS


Marco Antonio Madrid presentó el jueves en el Centro Cultural Sampedrano su segundo libro de poesía, La secreta voz de las aguas, ante un numeroso público. Sara Rolla abrió la noche con el siguiente texto, que habla del agua como motivo recurrente en el libro:

Marco Antonio Madrid no es un autor (usando una frase del viejo léxico postal) de obras “de entrega inmediata”. Se toma su tiempo para sedimentar y pulir sus versos. Creo que es ese respeto exacerbado por el oficio lo que lo ha llevado a dilatar el lapso entre la publicación de su primer poemario, La blanca hierba de la noche, y la del que hoy presenta, La secreta voz de las aguas, en una esmerada edición de “mimalapalabra”.

Palabra y ritmo exquisitamente trabajados, sobriedad y poder de síntesis. Densidad referencial, hecha de sustratos múltiples (biográficos, literarios, filosóficos y mitológicos). Esos son los rasgos esenciales de la poética de Marco Antonio Madrid.

La obra está recorrida por imágenes del agua, es decir, por uno de los motivos más pródigos en reminiscencias filosóficas. (Recordemos, en la lìrica hondureña, el poemario Agua del tiempo de José Antonio Funes ).

Gaston Bachelard tiene un libro ya clásico, El agua y los sueños, sobre la trascendencia de ese elemento en el ámbito de la imaginación poética. Allí encontramos estos juicios que sintetizan la significación del agua como metáfora filosófico-poética:

El agua es realmente el elemento transitorio. Es la metamorfosis ontológica esencial entre el fuego y la tierra. El ser consagrado al agua es un ser en el vértigo. Muere a cada momento, sin cesar algo de su sustancia se derrumba (…) El agua corre siempre, el agua cae siempre, siempre concluye en su muerte horizontal (…) Para la imaginación materializante la muerte del agua es más soñadora que la muerte de la tierra: la pena del agua es infinita. p. 15 (1)

También aborda Bachelard la correspondencia entre forma y contenido en la poesía del agua. Dice:

El agua es la señora del lenguaje fluido, del lenguaje sin choques, del lenguaje continuo, continuado, del lenguaje que aligera el ritmo, que da una materia uniforme a ritmos diferentes. No vacilaremos en darle todo su sentido a la expresión que habla de la cualidad de una poesía fluida y animada, de una poesía que viene de las fuentes. pp. 278-9

Encontramos totalmente aplicables estos juicios a la poesía de Marco Antonio Madrid. Veamos algunos ejemplos del libro que nos ocupa.

En la primera parte de la obra, subtitulada “El otro río, el otro mar”, hay una presencia muy recurrente del agua, en imágenes simbólicas asociadas a referentes filosóficos y literarios. Reparemos en este ejemplo:

Río de la luz y de las sombras donde un hombre desciende
no para mojar dos veces
su talón en la corriente
sino para abrevar su vida,
sino para abrevar su muerte. p. 18 (2)

Permanentemente, el tono elegíaco, constante en la obra, se asocia con el tiempo y su símbolo esencial, el agua. Observemos otros ejemplos:

…Los días como un torrente / en la pupila. p. 21

Palabras que se hunden en busca de un lejano/ paraíso y el mar aislado en una gota/ y el rumor de un barco en las crecientes olas./ Lo que se va, lo que se ha ido ya. p. 22

“Responso de las aguas”, con epígrafe de Rimbaud, reelabora el motivo poético de la muerte de Ofelia:

Por el negro río de la noche Ofelia va./ Demencia de las aguas, /injuria de las aguas,/ soledad de las aguas. p. 26

“Tierra yerta” termina así:

Frágil,
tenue,
una sílaba nos nombra
junto a ese mar que vomita soledades.

Véase esa metáfora del verso final, fuerte y espléndida por la hábil selección del verbo. En “Leteo”, se usa como leit motiv “ha vuelto el agua…” Y el final es impactante:

Que las aguas borren de las aguas las heridas.
Que las aguas borren de las aguas los recuerdos. p. 40

En “El otro mar”, se dice:

Hoy el mar no existe sino en la memoria de sus olas. p. 43

Y hay una cascada de reminiscencias, donde lo autobiográfico se entrecruza con lo literario: “el mar de mi abuelo”, el “de Huidobro”, “el de Alfonsina”, el “de Walcott”.

En la segunda parte del poemario, “Poemas de las tierras altas”, se sostiene el tono elegíaco, marcado por ritmos hábilmente forjados con recursos iterativos.

El primer poema tiene un final excelente, en el que la memoria recuperada se asocia, nostálgicamente, con el agua:

Todo lo que creías olvidado, está en la memoria,
el sol en las zarandas, el misterioso sonido
del agua entre las piedras,
el río como un cuchillo de hielo atravesando
las sierras… ¡Las pequeñas cosas que fueron la vida!
¡Lo que ya se ha ido, lo que ya se ha muerto! pp. 49-50

En este breve acercamiento al libro, nos hemos centrado en la recurrencia de la imagen del agua como marca decisiva, en lo temático y estilístico. Es un abordaje limitado, sin duda. Para una valoración más rica y certera de la obra, remito a ustedes al excelente prólogo de Felipe Rivera Burgos y, desde luego, a la lectura directa, sin interpósitos juicios, de La secreta voz de las aguas.

*


Notas:

1 Gaston Bachelard, El agua y los sueños. México. Fondo de Cultura Económica, Col. Breviarios No. 279, 2003.
2 Marco Antonio Madrid, La secreta voz de las aguas. Tegucigalpa, mimalapalabra editores, 2010.

San Pedro Sula, 15 de abril de 2010
Publicado por G.Rodríguez en 14:47 http://www.wikio.es

ENTREVISTA DE MURILLO SELVA


Rafael Murillo Selva dice hacer teatro “como animal”. No planea sino que va creando sobre la marcha con los actores. Afirma que “este potrero” llamado Honduras le hizo cambiar su perspectiva sobre el arte escénico. A sus 74 años, vuelve a recorrer los escenarios hondureños con su obra emblemática, Loubávagu, estrenada en 1980, “una asimétrica muestra de teatro, poesía, música, baile, historia, reclamos políticos, sátira de la sociedad ladina hondureña y entretenimiento cómico”, en palabras del escritor guatemalteco Arturo Arias. Lo que planeaba resolverse como una entrevista al mayor dramaturgo hondureño, por momentos parecía otra cosa: una conversación amena sobre arte, sobre la vida, sobre el sistema que lo deshumaniza todo; pero de ahí salieron las siguientes preguntas y las respuestas siempre precisas de Murillo Selva:

¿Hacia dónde apunta el teatro hondureño?

Actualmente se está en búsqueda, y no se le puede pedir más. El teatro es un arte que generalmente se ha desarrollado en sociedades urbanas y necesita centros urbanos para desarrollarse, de acuerdo a la tradición occidental. En este país en donde todo está por hacer, el teatro está también por hacer. Y son bienvenidos los esfuerzos que se hacen, aún el de Chico Saybe, porque es mejor que haya algo y no que no haya nada.

Con respecto a las otras artes en Honduras, ¿en qué situación está el teatro?

A mí me parece que muy por debajo de la búsqueda que se hace en otras formas artísticas como la pintura, el cine o la fotografía. No hablo de la novela y de la literatura en general porque andan más o menos iguales. El teatro anda como atrasado. Es muy difícil categorizar porque aquí estamos en pañales. Lo único que digo a los encargados del teatro en Honduras es que es ridículo que gente que no sabe ni hablar ni desplazarse pueda montar un Lope de Vega o un Chejov o un Shakespeare. Más bien sugiero que encontremos en nuestros pueblos formas de lo espectacular y tratar de hacer una alianza con lo que han gestado estos pueblos. ¿Por qué no volcarse a esos trabajos del pueblo? No con una mirada paternalista sino seria, investigativa y fraternal e ir a aprender, si fuese el caso, o intercalar conocimientos entre lo que uno sabe y lo que el pueblo ha conservado. A partir de ahí se podría generar teatro más nuevo, más fresco, porque el teatro culto generalmente se hace en Europa para la clase media o media alta pero aquí no hay clase media, y aquí la clase “culta” es prácticamente inexistente. Si uno le propone a Micheletti que vaya a ver una obra y él se pondría a roncar en medio del público. La clase media y la media alta demandan bienes culturales pero si no hay clase media o media alta en el país no se puede pretender hacer teatro culto. Por eso yo decidí insertarme en las comunidades y aprender de ellas.

¿Es entonces el teatro comunitario la mejor alternativa para países como el nuestro?

No, esa sería una alternativa, porque ya hay profesionales del teatro que asumen su actividad con seriedad, como Tito Ochoa, Mario Jaén o Tito Estrada. Yo no rechazo eso, lo que digo es que el enfoque tiene que cambiar.

¿Son el ritmo y el movimiento en “Loubávagu” los elementos que establecen esa empatía inmediata y permanente con el público?

Sí, pero eso es fríamente calculado, no es producto del azar, eso es una propuesta, pensada, buscada durante años, sobre todo en el dominio de la forma. Se logra reformulando esos códigos teatrales que el pueblo ha venido manteniendo casi sin saberlo durante siglos. En Loubávagu quien dirige la acción es el tambor, por eso es un actor más. La danza, incorporada a una obra que tiene un acento épico, insertada en el proceso histórico y no viéndola como elemento folclórico sino como elemento vivo de la cultura; el canto, integrado a la acción dramática… Todo ello implica una búsqueda de formas.

¿Fue esa búsqueda formal lo que propició que decidiera emprender el montaje de una obra tan grande y difícil como "Loubávagu"?

La búsqueda formal fue una de las razones, y la otra es que yo siempre tuve la tendencia desde niño a vivir en los sectores populares, y no porque yo sea militante de algo sino porque así me siento más feliz.

En la obra se presenta varias veces a la figura del personaje que llega al pueblo garífuna con una máscara y que tiende al engaño. ¿Se sintió usted así en el momento de su llegada a la aldea de Guadalupe? ¿Temió que los pobladores lo tomaran como otro tipo mentiroso de los que siempre llegaban ahí?

No había pensado en eso y tiene razón, ellos pudieron verme así en algún momento. Para adquirir esa confianza mutua, que fue total, nos demoramos como cinco años. Pero después de 30 años, desde el estreno de la obra en 1980, puedo decir que mi relación con el pueblo garífuna de Guadalupe es maravillosa. El sistema ha propiciado desconfianza del uno con el otro, y entre personas y sociedades excluidas con mucha más razón. El sistema ha propiciado esta individualización tan atroz. Pero una vez rotos esos bloques creados en las conciencias sí se puede apreciar cómo brota el arte y la creatividad.

¿Confía usted en que en la aldea de Guadalupe sus habitantes sigan representando esta obra en el futuro?

Sí, confío plenamente en eso. Y la prueba es que hoy ha resurgido la obra. La primera versión terminó en 1997, y ahora, trece años después, ellos mismos la han hecho resurgir. Tampoco es tan idílico el asunto, porque hay unos miembros del grupo que sólo están ahí por el interés de viajar y por los pocos centavos que puedan ganar, pero hay otros que están conscientes de que la obra es importante para su pueblo, para sus vidas, para el país. Guadalupe, con esta obra, adquirió un grado de pertenencia histórica, son algo, los creadores de Loubávagu, no de un equipo de fútbol sino de una obra de arte.

¿Cómo ha visto las reacciones del público ante esta nueva versión de "Loubávagu"?

En Tegucigalpa llegaron a decirme que ésta es la obra de la Resistencia.

Es curioso que aunque la obra solamente muestre una circunstancia específica de la historia de Honduras, pueda representar de igual manera a toda la nación. Tiene esa virtud de la universalidad…

Puede representar a todo el continente. Cuando la presentamos en México, en comunidades indígenas de Chiapas, al final fue un aplauso gigantesco. Es que es arte hecho por excluidos, y excluidos hay en todo el mundo.

¿Cómo ven los europeos o los asiáticos esta manifestación del arte hondureño?

Es España y en Estados Unidos vieron la forma. Eso que llaman contenido, sí, ha dado buenos resultados, pero el aporte en cuanto a nuevas formas escénicas ha sido bien recibido. Porque ésta es una obra que no se sabe si es musical, si es épica, si el lineal o si tiene rupturas de tiempo. El escritor guatemalteco Arturo Arias dice, entre otras cosas, que la obra gana porque en primer lugar hay placer y porque el público sale de ella como convertido en negro.

¿Cree que la obra también puede ser una muestra del sincretismo no sólo en la cultura garífuna sino también en la cultura nacional?

No sólo de la cultura nacional sino también de la cultura universal. Es que la escena de la entrada del barco es algo que cambia la vida de los personajes, ya los pone a exportar. También la llegada del ferrocarril es vital.

En estos tiempos en los que tanto se habla de unión nacional, ¿en qué medida cree que esta obra podría contribuir a hacer eso posible?

Creo que ayuda en la medida en que los personajes jamás dejan de ser hondureños una vez que entraron en la historia nuestra. Al final de la obra, el acto ese de sacar la bandera, que es un poco romanticón, yo lo pensé mucho, pero no hice caso a los intelectuales, así que permití que la sacaran, aunque no acostumbro a hacer ese tipo de concesiones, de mover los resortes afectivos, pero ellos mismos, los actores, la sacaron desde la primera vez que nos presentamos fuera de Honduras.

¿Considera usted que dirigiendo la mirada hacia la periferia, en este caso hacia la cultura garífuna, podríamos encontrar ese sentido de la identidad nacional que tanto se busca en Honduras?

Por supuesto, porque la comunidad garífuna es uno de los grupos más excluidos del país y paradójicamente los grupos excluidos son los que más luchan por la identidad nacional y los que más tienen sentido de pertenencia.

Publicado por G.Rodríguez en 11:51 http://www.wikio.es 0 comentarios Enlaces a esta entrada
Etiquetas: Entrevistas, RMSelva